Este reportaje, realizado por el Center for Public Integrity en alianza con Grist y Univision Noticias, es el tercero de una serie sobre contaminación de los suelos con plomo publicada inicialmente por Grist. La reportera Yvette Cabrera ha investigado el impacto del plomo por ocho años.
La noticia fue un shock: el plomo, escondido en la casa de Nalleli Garrido, estaba envenenando a su hijo de un año.
Su pediatra le dijo que limpiara todos los juguetes del pequeño Rubén, mantuviera la casa libre de polvo y evitara que jugara en el suelo descubierto del exterior de su cabaña, la cual habían alquilado en el barrio de Logan, en Santa Ana, California. Ella hizo todo lo que pudo. Pero el polvo seguía colándose dentro de la casa.
Nadie le ofrecía una alternativa. La única solución que encontraron ella y su marido fue irse. En 2019, después de dos años de preocupación constante, se mudaron a la ciudad de Buena Park, en el norte, y compraron una casa con un jardín con césped, no una parcela de tierra expuesta como su patio delantero de Santa Ana, donde el metal tóxico podía encontrarse en concentraciones de hasta 148 partes de plomo por millón de tierra. La Oficina de Evaluación de Peligros para la Salud Ambiental de California considera que 80 partes por millón o más son peligrosas para los niños.
“Me aterraba sacar a mi hijo”, dijo Garrido, enfermera psiquiátrica. “Incluso paseando por el patio, les decía a mis hijos que contuvieran la respiración. ‘No respiren eso, no respiren el polvo’”.
A través del país, el principal consejo que se da a las familias amenazadas por la exposición a suelos con plomo — mantener la casa limpia — no funciona, según demuestran los estudios. Y las guías federales sobre la exposición tienen umbrales demasiado altos para proteger a los niños de daños irreversibles. Pero de costa a costa, líderes comunitarios, defensores de la salud y académicos están presionando para que se busquen soluciones reales y se ponga fin al envenenamiento de los niños con plomo, generación tras generación tras generación.
Los científicos están colaborando con los residentes para recoger muestras de plomo del suelo y elaborar un mapa nacional que muestre los puntos peligrosos. Algunas ciudades ofrecen tierra limpia para cubrir el suelo de los patios contaminados con plomo, protegiendo a niños y adultos de una mayor exposición. Y, en Santa Ana, una coalición convenció a los funcionarios municipales para que empezaran a tratar el peligro medioambiental como una prioridad.
“Creo que deberíamos reconocer estos legados violentos, peligrosos y tóxicos que heredamos, y tomar acciones que realmente tengan sentido para mantenernos a salvo”, afirmó Sara Perl Egendorf, quien ayudó a crear una coalición llamada Legacy Lead para abordar la contaminación allí.
Décadas de investigación han demostrado los daños a largo plazo que sufren los niños expuestos al plomo, desde repercusiones en el desarrollo cerebral — la capacidad de aprender, concentrarse y controlar los impulsos — hasta riesgos posteriores para la salud, como las cardiopatías coronarias. Ninguna cantidad, dicen los científicos, es segura. Sin embargo, padres como Garrido, muchos viviendo en zonas urbanas de todo el país, están atrapados en una batalla aparentemente imposible de ganar para proteger a sus hijos de esta neurotoxina invisible.
La intoxicación por plomo suele considerarse un problema del pasado. Pero su legado perdura actualmente como resultado de decisiones empresariales y de las acciones tardías de los gobiernos. El plomo expulsado por los tubos de escape de los autos y las chimeneas industriales hace décadas aún puede encontrarse en el suelo, y la pintura con plomo utilizada ampliamente durante la primera mitad del siglo XX permanece en las paredes de muchos hogares, degradándose hasta convertirse en virutas y polvo. Estados Unidos empezó a eliminar el plomo de la gasolina de los automóviles y de la pintura para el consumo particular en los años 70, pero se sigue vertiendo plomo en las comunidades desde los emplazamientos industriales y la gasolina de aviación que utilizan las avionetas.
Uno de cada dos niños estadounidenses menores de 6 años que fueron examinados entre finales de 2018 y principios de 2020 tenía niveles detectables de plomo en la sangre, y los estudios muestran que la exposición al suelo contaminado es una de las principales razones. Dado que la contaminación por plomo es más común en los barrios de bajo nivel socioeconómico, las personas que viven allí, desproporcionadamente negras y latinas, enfrentan mayores riesgos de sufrir las consecuencias.
Eso es lo que motiva a la gente a pedir y tomar acciones. No hay tiempo que perder.
“Se trata de un grillete químico para las generaciones de niños que nacerán en estas comunidades si no se limpia el plomo”, afirmó Jane Williams, directora ejecutiva de la asociación sin fines de lucro California Communities Against Toxics.
La solución que desea ver es que las autoridades se adelanten al problema y utilicen la información que ya tienen para identificar y limpiar los puntos peligrosos del suelo, en lugar de reaccionar ante los casos individuales de niños envenenados.
“Sabes dónde está el problema”, dijo Williams. “Sabes lo que está haciendo el problema. Sabes cuál es su impacto. Sabes cuál es el costo social. Sabes todas estas cosas, y no haces nada ni como gobierno estatal, ni como gobierno local, ni como gobierno federal”.
Parque de juegos envenenado
El plomo no se descompone en algo más seguro cuando se asienta en el suelo, por eso es tan importante retirarlo o cubrirlo con tierra limpia para detener la exposición. Los científicos han descubierto que, cuando el plomo se deposita en la capa superior de la tierra, puede permanecer allí durante décadas, o más.
Como se adhiere a las partículas del suelo, el viento que levanta la tierra y el polvo puede reintroducir el plomo en la atmósfera y propagar la contaminación, escribió el experto en plomo Howard Mielke de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tulane, en un artículo publicado en 2021 en la revista científica Elementa.
Su investigación en Nueva Orleans ha demostrado que los niveles de plomo en la sangre de las personas expuestas aumentan rápidamente cuando los niveles de plomo en el suelo oscilan entre casi cero y 100 partes por millón, muy por debajo del umbral de 400 partes por millón establecido por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos. Los niveles de plomo en la sangre se estabilizan a mayor exposición.
El jardín de Garrido en Santa Ana, donde los niveles de plomo oscilaban entre 33 partes por millón y 148, fue una fuente continua de problemas después de que el pediatra le dijera que había plomo en la sangre de su hijo. Los niveles no eran lo suficientemente altos como para que el niño tuviera derecho a los servicios de intervención de la agencia local de salud pública, pero seguían siendo preocupantes. Más tarde le diagnosticaron retrasos en el habla y comenzó terapia de lenguaje.
Cuando la familia Garrido se mudó por primera vez a la casa alquilada, el jardín delantero tenía algo de pasto, pero la sequía posterior lo dejó estéril: un patio envenenado al que no dejaban salir a Rubén.
“No lo dejo salir para nada, pero no importa lo que haga, incluso cuando mantenemos la puerta cerrada todo el tiempo, entra mucha tierra. Está justo ahí. Está como a medio metro de mi puerta”, dijo Garrido antes de irse.
Limpiaba a diario las encimeras de la cocina, pero una gruesa capa de polvo pronto volvía a aparecer.
Aspiraba la pequeña alfombra de su casa tres veces al día, y aun así no era suficiente.
Entre el suelo estéril del patio, y el polvo y la contaminación levantados por las industrias constructoras a lo largo del bulevar principal, situado detrás de su casa, se enfrentó a una batalla perdida. Las llamadas a las autoridades competentes, e incluso a la policía, para denunciar a los comercios que operaban fuera del horario habitual de trabajo, no resolvieron el problema.
Tampoco el informar a los propietarios de su casa rentada sobre los niveles de plomo en el suelo. Garrido dijo que no se ofreció a arreglar el suelo y parecía molesto porque ella había permitido que esta reportera lo analizara en 2018 como parte de una investigación de Grist. Public Integrity solicitó una entrevista a través de la empresa de gestión de la propiedad; el propietario no respondió.
“Creo que todo el mundo tiene derecho a la salud”, dijo Garrido, “pero no todo el mundo piensa eso”.
De la falta de acción al activismo en una comunidad envenenada por plomo
En la antigua comunidad de Garrido, los residentes organizados se han propuesto eliminar el plomo.
Padres, defensores de la justicia medioambiental y académicos han pasado los últimos cinco años trabajando juntos para concientizar sobre los peligros de la exposición al plomo en Santa Ana. Su coalición, ¡Plo-NO! ¡Santa Ana! ¡Santa Ana sin plomo!, también ha realizado pruebas de plomo en el suelo a lo largo de la ciudad y ha presionado a las autoridades municipales y a la Agencia de Salud del Condado de Orange para que aborden el problema de forma más agresiva.
Las pruebas de plomo en el suelo de la coalición, organizadas tras una investigación de ThinkProgress en 2017, confirmaron que los niños de las zonas más pobres de Santa Ana corren un mayor riesgo de exposición. El estudio de 2020, dirigido por un equipo de investigadores de la Universidad de California en Irvine, analizó más de 1,500 muestras de suelo recogidas en toda la ciudad.
El trabajo de la coalición dio sus frutos: En abril de 2022, el ayuntamiento aprobó una actualización del plan general de Santa Ana que se compromete por primera vez a abordar de forma integral los peligros de la contaminación por plomo. El otoño anterior, el ayuntamiento dio el inusual paso de adoptar una resolución vanguardista declarando una emergencia climática y, al mismo tiempo, comprometiéndose a limitar o prevenir la exposición al plomo y a otras toxinas medioambientales.
Incluso el mero hecho de reconocer la contaminación generalizada por plomo en los suelos de la ciudad es un nuevo paso para el ayuntamiento, dijo la integrante del ayuntamiento y alcaldesa provisional Jessie López, que presentó la resolución.
Se enteró del problema por primera vez a través de su trabajo con la organización de defensa pública Orange County Environmental Justice (OCEJ), que forma parte de la coalición ¡Plo-NO! López, elegida al ayuntamiento de la ciudad en 2020, dijo que inicialmente se sorprendió al enterarse de que los suelos de Santa Ana estaban contaminados. Siguió mucha frustración porque la ciudad se tardó en actuar.
Ahora, como funcionaria electa, su objetivo es garantizar que la ciudad aborde las desigualdades en el uso de los suelos que generan una exposición desigual a la contaminación.
“Somos muy conscientes de las malas decisiones que se han tomado en el pasado”, dijo López. “Estamos trabajando muy duro para cambiarlas, para asegurarnos de que en el futuro no volveremos a hacer esas cosas”.
Los miembros de la coalición llevan varios años debatiendo políticas sobre el plomo con funcionarios del departamento de planificación local y de la Agencia de Salud del Condado de Orange, y han presionado para que se incluya a los residentes en esa labor. La OCEJ, por ejemplo, abogó por políticas que protegieran a los inquilinos de ser desalojados mientras se lleva a cabo el saneamiento del plomo o de que se les aumente el alquiler como consecuencia de ello.
Como podría suponer cualquier activista que trabaje en un problema difícil, los resultados de Santa Ana siguen siendo un trabajo en curso. Pero muchos de los cambios por los que abogó la coalición en la actualización del plan general son concretos: la ciudad exige ahora a los desarrolladores inmobiliarios que faciliten información sobre el uso anterior de una propiedad y su historial de materiales peligrosos, de modo que la contaminación del suelo pueda ser resuelta. También obliga a mediar entre la industria pesada y las zonas residenciales. La ciudad se ha comprometido a determinar los niveles de referencia del suelo y el aire, conseguir subvenciones para analizarlos y crear un plan de salud pública para hacer frente a los riesgos medioambientales en los barrios más afectados.
“Estamos muy contentos con el resultado”, dijo Patricia J. Flores Yrarrázaval, directora de proyectos de la OCEJ. “Hemos presionado mucho durante el último año. Fue una ardua batalla, y en algunos momentos nos dijeron que nuestras peticiones no eran razonables. Que se hayan cumplido todas es una gran victoria”.
La clave de su éxito, según ella, fue crear un movimiento comunitario que combinara pruebas científicas con poderosos testimonios de los residentes. Con apasionadas llamadas de atención durante las reuniones del ayuntamiento, los residentes presionaron a la ciudad para que actuara. No hacerlo habría permitido que los niños siguieran siendo envenenados, le dijo Flores Yrarrázaval a los miembros del ayuntamiento durante una reunión.
Ahora, dijo, “como comunidad estamos en una posición mucho mejor que antes”.
Además de su labor de defensa de políticas, la OCEJ tiene en marcha varios proyectos para recopilar datos que pongan de manifiesto lo extendida que está la exposición al plomo en Santa Ana, especialmente entre los jóvenes. La organización espera llevar a cabo pruebas de plomo en la sangre y realizar un estudio para medir los niveles de plomo en los dientes a fin de entender la exposición acumulativa a lo largo de la vida de un residente de Santa Ana.
Los miembros de la coalición siguen preocupados de que los funcionarios de salud del condado se hayan basado casi exclusivamente en los datos existentes sobre el nivel de plomo en la sangre para orientar la respuesta de la Agencia de Salud del Condado de Orange a la exposición infantil al plomo, dijo Alana M. W. LeBrón, profesora adjunta de salud pública y estudios Chicanos/Latinos en la Universidad de California, Irvine, quien ha supervisado la investigación sobre el plomo en el suelo en Santa Ana. Los estudios han demostrado que muchos estados no realizan análisis de sangre adecuados a los niños para detectar la exposición al plomo, dejando a un gran número sin diagnosticar.
“Si sólo se analizan los casos en los que hay un diagnóstico de ‘envenenamiento por plomo’, entonces se está pasando por alto a todo este grupo de personas”, afirma LeBrón, refiriéndose a las personas a las que no se les hacen pruebas y a los casos que no desencadenan una intervención de salud pública, porque las exposiciones repetidas a niveles más bajos de plomo no son tratadas como el peligro que son.
En todo momento, han sido los residentes de Santa Ana quienes han liderado la lucha por la salud de la comunidad, dijo Flores Yrarrázaval, y la batalla aún no ha terminado.
“Queremos emprender esta lucha en múltiples frentes”, afirmó.
El poder de la comunidad en la lucha contra el plomo
El enfoque comunitario general para eliminar la intoxicación por plomo que desean los defensores de Santa Ana es la forma más eficaz de proteger a los niños, afirman expertos en suelos afectados por el plomo. Significa localizar con precisión los focos peligrosos de plomo y centrar las medidas correctoras barrio por barrio, en lugar de aplicar un enfoque disperso después de que se ha encontrado plomo en la sangre de los niños.
En el ámbito local, los municipios pueden hacer esfuerzos enérgicos para hacer frente a la contaminación por plomo o adoptar un enfoque laxo, y las diferencias se traducen en repercusiones irreversibles para la salud.
El sociólogo Robert Sampson, de la Universidad de Harvard, investigó a fondo la exposición al plomo en los barrios de Chicago y las desigualdades creadas por la exposición desigual a entornos contaminados. Sampson señala que el Departamento de Salud Pública de Chicago es un ejemplo a seguir porque no esperó a que intervinieran el gobierno federal o estatal.
“Considero que el departamento de salud es una especie de héroe importante en la historia del plomo, porque a partir de los años 90 se dedicó enérgicamente a analizar e intentar regular las fuentes de exposición al plomo en la ciudad”, dijo Sampson.
La agencia recogió decenas de miles de análisis de sangre, monitoreó esta información para enfocarse en los barrios más afectados por el envenenamiento por plomo, ofreció gestión de casos a los niños expuestos, realizó inspecciones de viviendas y abordó los peligros del metal.
Mientras que la agencia de salud pública se ha centrado en la pintura con plomo, sus socios de las agencias estatales y locales se centran en la contaminación por plomo del suelo. Por ejemplo, Chicago exige a quienes compran propiedades de la ciudad que detecten peligros en el suelo y remedien los niveles elevados de plomo. Este es el tipo de acción conjunta que debe aplicarse en todo el país, con la colaboración de múltiples organismos, dijo Sampson.
Ha significado una gran diferencia en Chicago.
Las tasas de exposición al plomo, que eran muy altas y se concentraban en los barrios pobres, negros y latinos de la ciudad, han disminuido drásticamente. Uno de cada cuatro niños analizados en 1997 tenía niveles de plomo en la sangre de al menos 10 microgramos por decilitro, señal de una exposición elevada. Para 2021, la tasa había bajado a uno de cada 200 niños.
“Las tasas siguen siendo más altas en los barrios pobres y negros, pero un barrio pobre y negro tiene ahora mucho menos riesgo que un barrio pobre y negro en 1995”, dijo Sampson. “Es una victoria importante”.
Un plan nacional para reducir la exposición al plomo
En la actualidad, en todo el país, la mayoría de los organismos de salud pública de los condados abordan la exposición al plomo analizando los niveles del metal en la sangre de los niños, no el entorno, afirma Mielke, experto en suelos contaminados con plomo de la Universidad de Tulane. Centrarse en los casos individuales de intoxicación puede parecer más manejable. Pero este planteamiento, que evita invertir en medidas correctoras a gran escala, utiliza a los niños como canarios en la mina de carbón. Permite que miles de ellos estén expuestas diariamente a suelos contaminados en sus patios traseros. Y a muchos ni siquiera se les diagnostica.
Los municipios disponen ahora de herramientas científicas para medir la presencia de plomo en el medio ambiente y cartografiar los puntos peligrosos, de modo que los organismos de salud pública puedan centrarse en prevenir la exposición antes de que se produzca. Exigir pruebas de envenenamiento por plomo de un niño antes de investigar y abordar la contaminación es una estrategia fallida, dijo Mielke.
“Intentamos curar la enfermedad en lugar de prevenirla”, dijo Mielke. Y en el caso del envenenamiento por plomo, no hay cura.
El experto utiliza Noruega como ejemplo de lo que puede lograrse en la lucha contra el plomo cuando la voluntad política y el conocimiento científico están en sintonía. Noruega decidió prohibir el plomo en la pintura medio siglo antes que Estados Unidos, en la década de 1920, el mismo periodo en que las autoridades sanitarias estadounidenses debatían si permitir a General Motors utilizar tetraetilo de plomo en la gasolina como aditivo. Las autoridades sanitarias estadounidenses de la época conocían los riesgos potenciales para la salud y comprendían que el aditivo tóxico era una “grave amenaza para la salud pública”, pero aún así tomaron la decisión de apoyar su uso en la gasolina.
Noruega utilizaba menos gasolina con plomo, tenía menos tráfico y construyó menos autopistas. Cuando, a pesar de todo, se enfrentaron con el envenenamiento por plomo, el país decidió centrar sus esfuerzos en analizar el medio ambiente, no la sangre de los niños.
Hace casi 15 años, la agencia noruega de protección del medio ambiente decidió analizar y cartografiar sistemáticamente los suelos superficiales de las zonas donde los niños tenían más probabilidades de estar expuestos a tierra contaminada: guarderías, patios de colegio y zonas de recreo de las 10 ciudades más grandes del país, basándose en la investigación de Mielke en Nueva Orleans.
Una vez que los análisis del suelo confirman la presencia de plomo, Noruega lo limpia. Noruega tampoco exige pruebas de que un niño haya sido envenenado con plomo para que el gobierno ofrezca ayuda, dice Mielke. Basta con que el entorno esté contaminado para que el gobierno intervenga y actúe para resolver el problema.
Estados Unidos también podría hacerlo, dijo Mielke.
Simplemente no lo han hecho.
En teoría, la agencia mejor posicionada para detener una epidemia nacional de envenenamiento por plomo en este país es la EPA.
En 1992, el Congreso ordenó a sus funcionarios que establecieran normas para los niveles de plomo en el suelo. La agencia no cumplió la orden hasta 2001. Y las normas no se han actualizado desde su publicación hace 22 años.
Repetidas pruebas han demostrado que ningún nivel de exposición al plomo es seguro y que, como mínimo, debería ser muy inferior al umbral establecido por la EPA de 400 partes de plomo por millón de partes de suelo. Sin embargo, las agencias de salud pública de todo el país utilizan las normas de la EPA para decidir si se debe limpiar un patio contaminado con plomo después de que un niño estuvo expuesto.
El administrador adjunto de la EPA, Carlton Waterhouse, supervisa el trabajo de la agencia en materia de residuos sólidos y descontaminación. En su opinión, es difícil abordar un problema que se origina a nivel local pero está muy extendido por todo el país. La respuesta a la contaminación por plomo de los organismos locales y estatales varía sustancialmente, dijo, y la falta de una ley federal de suelos limpios — algo así como las leyes de Aire Limpio y Agua Limpia — significa que la EPA no tiene autoridad para tomar muestras y limpiar todos los suelos del país.
No tenemos ninguna legislación, dirección o financiación que nos ofrezca un enfoque global para decir: ‘Vamos a abordar el problema del plomo’”, dijo Waterhouse.
Ahora, la EPA dice que finalmente planea “revisar” sus anticuadas normas sobre el peligro del plomo en el suelo. Esta reconsideración forma parte de una nueva estrategia que la agencia anunció en octubre para reducir la exposición al plomo en todo el país y las disparidades raciales y de ingresos en las personas expuestas.
La agencia pretende abordar el problema de una forma que los defensores llevan mucho tiempo pidiendo: utilizando datos para predecir las zonas peligrosas debido a la contaminación con plomo, incluyendo los lugares donde los niños podrían estar expuestos, para luego analizar esos suelos. Si la contaminación alcanza el umbral de un sitio de Superfondo -como se conoce un área afectada por materiales peligrosos que el gobierno federal determina debe ser descontaminada-, la EPA procederá a su remediación, dijo Waterhouse.
La agencia está intentando hacer lo que puede con la autoridad que tiene, dijo, “reconociendo que no tenemos el tipo de presencia que nos permite hacer pruebas a todos los niños en el momento en que empiezan a ir a la escuela o ir a cada casa y buscar pintura a base de plomo”.
Esto significa que la agencia está centrando su trabajo en lugares donde la EPA sabe que hay exposición al plomo a través del aire, el agua o el suelo. En la Ley Bipartidista de Infraestructuras de 2022 se incluyeron fondos para sustituir las tuberías de servicio de plomo, es decir, las tuberías que conectan una vivienda con la red de suministro de agua. Pero el nuevo sistema no toma en cuenta el incalculable número de lugares que se pasan por alto debido a datos incompletos.
Los críticos también señalan que los objetivos no comprometen a la EPA a actualizar estándares obsoletos sobre el peligro del plomo, a pesar de una orden judicial federal de 2021 que así lo exige. La agencia aún no ha dado a conocer una fecha específica.
“Comunidades de todo el país están sufriendo la exposición al plomo del suelo porque la EPA ha fallado en atender el problema durante décadas”, dijo Eve Gartner, abogada gerente del Programa de Exposición Tóxica y Salud de Earthjustice, cuya demanda motivó la decisión de 2021.
En marzo de 2022, los grupos, decepcionados por el entonces proyecto de estrategia de la EPA, pidieron a la agencia que asumiera un compromiso más amplio para eliminar la exposición al plomo en todas las comunidades y para las personas de todas las edades, porque los peligros no se limitan a los niños. La coalición también presionó a la EPA para que abordara la exposición al plomo procedente de fuentes de contaminación continuas.
La EPA no impedirá la exposición al plomo si sigue considerando que se trata de un problema de naturaleza puramente ‘heredada’”, escribió la coalición en los comentarios públicos presentados a la agencia.
En la Universidad Simon Fraser de Canadá, el profesor Bruce Lanphear, epidemiólogo y experto en la exposición al plomo en la primera infancia y sus efectos a largo plazo en los adultos, se muestra cautelosamente optimista sobre el plan. Pero su esperanza se ve atenuada por el historial de la agencia de retrasar las acciones.
“Hace tiempo que debería haberse hecho, y no podemos culpar a un partido [político] u otro. Ambos fracasaron miserablemente durante mucho tiempo”, dijo Lanphear. “Y sin embargo, al mismo tiempo, ¿estamos en un punto de inflexión en el que realmente abordaremos no sólo el legado del envenenamiento por plomo, sino quizá también las disparidades?”.
Lanphear ha descubierto que una crisis debido al plomo que acapara titulares, como la contaminación del agua en Flint (Michigan), atrae la atención y el financiamiento. Pero la atención se disipa pronto. Los fondos nunca llegan a un nivel que permita abordar de forma integral la naturaleza generalizada del problema. Y los estándares insuficientes sobre el peligro del plomo no ayudan.
Esto le preocupa a Lanphear, quien lleva casi dos décadas investigando y haciendo un seguimiento de su impacto sobre la salud. Pocas sustancias químicas tóxicas han demostrado ser tan nocivas para los niños como el plomo, y sus efectos son de gran alcance.
Las investigaciones de Lanphear han demostrado que el plomo podría causar al menos un cuarto de millón de muertes prematuras al año por enfermedades cardiovasculares tan solo en Estados Unidos.
Ruth Ann Norton, presidenta y directora ejecutiva de la organización sin ánimo de lucro Green & Healthy Homes en Baltimore, ha encabezado esfuerzos para reducir drásticamente la intoxicación infantil por plomo en todo Estados Unidos. Lo que el país necesita — y le falta a la estrategia de la EPA — son oportunidades para atacar varios problemas a la vez, dijo.
Por ejemplo, el programa federal de ayuda a la climatización podría combinarse con un programa de remediación del plomo en la pintura y el suelo, problemas que suelen aplazarse por su costo. Pero el coste de inacción es alto.
Las comunidades pueden tomar medidas creativas ahora, añadió Norton. Su organización sin ánimo de lucro gestiona un programa en Pennsylvania con el Hospital General de Lancaster, que está pagando 50 millones de dólares para intervenciones para el control del plomo en 2,800 hogares.
“Todas las comunidades pueden hacer esto”, dijo. “Se trata simplemente de tomar la decisión de hacer algo que saben que es tan fundamental para su futuro”.
Combatir el plomo en el suelo con más suelo
Los científicos también intentan llenar las brechas creadas por la falta de acción gubernamental. Gabriel Filippelli, biogeoquímico que lleva más de dos décadas estudiando la contaminación por plomo, sabe que la mayoría de las ciudades y pueblos de EE.UU. carecen de una base de datos centralizada para las pruebas de plomo en el suelo, por ello ha ayudado a crear una plataforma en línea en la que todo el mundo, desde científicos a residentes, pueden compartir muestras y los resultados de las pruebas.
Lanzado en 2018, el portal en línea Map My Environment visualiza estos datos, incluye los niveles de plomo de contaminación del suelo, el polvo y el agua en ciudades de todo el mundo, y ofrece recomendaciones sobre cómo remediar el plomo. “Solo queríamos una manera de sacar esto de una revista de ciencia especializada y llevarlo a las comunidades”, dijo Filippelli, profesor de Indiana University-Purdue University Indianapolis, quien funge como director ejecutivo del Instituto de Resiliencia Medioambiental.
Las personas que recojan muestras de polvo pueden analizarlas gratuitamente gracias a esta iniciativa. Map My Environment también puso en marcha el programa escolar Bookworm, en la que los alumnos recogen lombrices y tierra para analizar la contaminación por plomo, y reciben a cambio un vale para libros.
En un momento en que los estadounidenses son más conscientes de los peligros del plomo a raíz de la crisis del agua en Flint, la mayoría ignora que el plomo contamina con demasiada frecuencia el suelo de los centros urbanos, dijo Filippelli.
“En realidad, es muy raro que el agua afecte a las personas”, dijo. “Es realmente el suelo y el polvo que están siempre presentes lo que es lo más importante. Ese es el mensaje que intentamos transmitir todo el tiempo, junto con el hecho de que es muy fácil de solucionar”.
Las investigaciones de Mielke y otros demuestran que cambiando la superficie del suelo en comunidades con altos niveles de plomo se protege la salud de las personas. En Nueva Orleans, el departamento de salud de la ciudad colaboró con Mielke para sanear el suelo de guarderías, parques y patios de recreo recubriendo la tierra contaminada con tierra limpia. Los suelos de los parques infantiles de la ciudad mejoraron notablemente, dijo Mielke.
Pero como no se incluyeron los patios de las casas, “siguen siendo muy peligrosos”, dijo, y ahí es donde “es probable que estén los niños cuando son muy, muy pequeños”.
Para proteger realmente la salud de los niños, los estudios han demostrado que las concentraciones de plomo en el suelo en toda una comunidad tendrían que reducirse a menos de 80 partes por millón, tal vez la mitad de ese nivel, dijo Mielke. Un estudio de 2017 realizado por el geólogo y científico ambiental Mark Laidlaw, Filippelli, Mielke y sus colegas examinó los enfoques para abordar la contaminación por plomo del suelo urbano y concluyó que la recolección de los niveles de plomo del suelo no sería necesaria si el suelo con poco o ningún plomo se diseminara en vecindarios completos.
En otras palabras: cubre lo que hay con un suelo mejor.
En Nueva Orleans, Mielke ha utilizado el vertedero de Bonnet Carré para obtener tierra aluvial con niveles mínimos de plomo, procedente de los sedimentos del río Mississippi, para recubrir zonas peligrosas. La mayoría de las ciudades pueden acceder a suelo como ése en las afueras de los centros urbanos, encontró el estudio. Para pagarlo, los investigadores sugieren imponer impuestos a los productos de gasolina y pintura, dado que una gran parte del plomo presente en el suelo y en las paredes de las viviendas procede de estas industrias.
En la ciudad de Nueva York, donde estudios recientes han confirmado la contaminación local por plomo en el suelo, el NYC Clean Soil Bank (Banco de Suelo Limpio de Nueva York) ofrece gratuitamente a los residentes suelo limpio que ha sido analizado tras su excavación en obras de construcción de la ciudad. La creación de este sistema “ha sido sorprendentemente más factible que intentar exigir la realización de pruebas o la remediación”, afirma Egendorf, investigadora del NYC Compost Project. “Me encantaría que más gente lo conociera y que siguiera expandiéndose porque otras ciudades también pueden hacerlo”.
Lo que demuestran todas estas soluciones es que el envenenamiento por plomo se puede prevenir. Las dificultades derivadas de sus impactos a la salud no tienen por qué afectar a más generaciones.
Sólo hace falta actuar.
En Santa Ana, los defensores de la justicia medioambiental que abogan exactamente por eso afirman que se han comprometido a modificar el modo en que se aborda la contaminación por plomo del suelo en todo el país. LeBrón, profesor de salud pública de la Universidad de California en Irvine, dijo que la coalición espera crear un intercambio para que las personas de todo el país puedan aprender unas de otras.
Para Garrido, las soluciones no llegaron lo bastante pronto. Habría criado con gusto a su hijo en Santa Ana si hubieran menos riesgos para su salud y seguridad.
Rubén, que ahora tiene 7 años y está en primer año de primaria, sigue teniendo retrasos significativos en el habla y está siendo evaluado porque podría tener problemas de aprendizaje, dijo Garrido, pero en general es bastante saludable.
Y puede correr libremente por su propiedad de Buena Park sin riesgo de respirar o ingerir tierra contaminada con plomo.
“El barrio es bastante seguro. Las aceras son decentes y podemos pasear, así que sacamos a los perros a caminar y llevo a mi hijo conmigo”, dijo Garrido. “Es como un mundo completamente nuevo para él”.
Myriam Vidal tradujo este artículo al español.Esta pieza se produjo en alianza con el McGraw Center for Business Journalism de la Craig Newmark Graduate School of Journalism at the City University of New York. Esta nota también fue posible con ayuda del Fund for Environmental Journalism of the Society of Environmental Journalists, y las becas Kozik Challenge Grants financiadas por la National Press Foundation y el National Press Club Journalism Institute.